Sansón vencido

 

“Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel.” Jueces 16:20, 21.

 

En muchos sentidos Sansón es uno de los hombres más notables entre aquellos cuya historia quedó registrada en las páginas de la inspiración. Sansón gozó de un privilegio singular que sólo le fue concedido a otra persona más en el Antiguo Testamento. Un ángel predijo a sus padres su nacimiento. Isaac fue prometido a Abraham y Sara por unos ángeles a quienes habían ofrecido hospitalidad sin percatarse del hecho, pero con la excepción de Isaac, Sansón fue el único cuyo nacimiento fue profetizado por un mensajero angélico antes de la inauguración de la dispensación evangélica. Fue dedicado a Dios antes de su nacimiento, siendo apartado como un nazareo.
Ahora bien, un nazareo era una persona consagrada enteramente a Dios, y en señal de su consagración, se abstenía completamente del vino y dejaba crecer su cabello sin que le pasaran navaja. Pueden entender, por tanto, que Sansón estaba enteramente consagrado a Dios, y quienes le veían dirían: “Aquel hombre es un varón de Dios, un nazareo, un consagrado.” Dios dotó a Sansón con una fuerza sobrenatural, una fuerza que no podía haber sido jamás el resultado de un mero poder muscular.
No era la simple constitución física de Sansón la que le hacía fuerte; no hería a los filisteos con el brazo o con el puño; era un milagro que moraba en su interior, una continua emanación de la omnipotencia de Dios la que le hacía más fuerte que miles de sus enemigos. Parece que Sansón descubrió muy pronto la gran fuerza que poseía, pues “el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan.”
Sansón juzgó a Israel treinta años, y lo liberó gloriosamente. ¡Cuán noble ser debe de haber sido! Mírenlo cuando se aparta un momento de sus padres para entrar en la viña. Un león que se halla agazapado allí salta sobre él, pero Sansón se le enfrenta completamente desarmado, lo recibe en sus musculosos brazos y lo despedaza como si se tratara de un cabrito. Véanlo tiempo después, cuando sus paisanos le ataron y le hicieron descender de la peña y les entregaron a los miles de filisteos. Apenas se está acercando a ellos cuando, sin ninguna arma, con su propio pie comienza a patearlos y hallando una quijada de asno fresca toma esa innoble arma, y barre con los hombres que Sansón Vencido tenían cascos en sus cabezas y sobre sus piernas traían grebas de bronce.
Y su vigor tampoco le falló años después, pues murió en la flor de sus días. Realizó una de sus mayores hazañas en esta etapa precisa de su vida. Sansón está encerrado en la ciudad de Gaza. Se queda allí hasta la medianoche; está tan confiado en su fuerza que no tiene ninguna prisa por partir, y en vez de atacar a los guardias y obligarlos a quitar los cerrojos, arranca los dos pilares y se lleva las puertas con todo y cerrojos, y transporta su pesada carga a lo largo de varias millas hasta la cumbre del monte que está delante de Hebrón. En todos los sentidos debe de haber sido algo grandioso ver a este hombre, especialmente si uno lo contaba como amigo. Si uno hubiera sido su enemigo, era mucho mejor verlo desde muy lejos, pues nadie podía escapar de él excepto quienes huían; pero tenerlo como amigo y estar con él en el día de la batalla era sentir que tenías un ejército en un solo hombre, y que tenías en un solo cuerpo lo que infundiría terror a miles de personas. Sin embargo, aunque Sansón tenía una gran potencia física, sólo tenía una pequeña fuerza mental y tenía todavía menos poder espiritual.
Su vida entera es una escena de milagros y de locuras. Tenía muy poca gracia y era fácilmente vencido por la tentación. Es seducido y llevado al descarrío. Se le corrige con frecuencia, pero aun así peca de nuevo. Por fin cae en las manos de Dalila. A ella la sobornan con una enorme suma y entonces se esfuerza por sacarle el secreto de su fuerza.
Sansón juega insensatamente con el peligro y con su propia destrucción. Por fin, acosado por la importunidad de ella, le descubre el secreto que no debía haber confiado a nadie y que sólo a él le pertenecía. El secreto de su fuerza se ocultaba en sus guedejas. No era que su cabello le hiciera fuerte, pero su cabellera era el símbolo de su consagración y era la prenda del favor de Dios para con él.
Mientras no tocaron su cabellera, Sansón fue un varón consagrado; tan pronto se la raparon, ya no estuvo más perfectamente consagrado y entonces su fuerza le abandonó. Le cortaron su cabellera. Le quitaron las guedejas que una vez le cubrieron y entonces se redujo a ser un débil jovenzuelo como otros hombres. Ahora los filisteos comienzan a oprimirle y le sacan los ojos con un hierro candente. ¡Cómo han caído los valientes! ¡Cómo son atrapados los grandes en la red! Se ve a Sansón, el gran héroe de Israel, arrastrando sus pies cuando se encamina a Gaza. Dije que marcha arrastrando los pies porque acaba de quedarse ciego—que era algo nuevo para él—por lo que todavía no había aprendido a caminar tan bien como aquellos que, habiendo sido ciegos durante años, aprenden por fin a poner firmemente su pie sobre la tierra.Atados sus pies con cadenas de bronce—un modo inusual de atar a un prisionero, pero adoptado en este caso porque se suponía que Sansón seguía siendo muy fuerte y que cualquier otro tipo de cadenas sería insuficiente—se le ve caminando en medio de una pequeña escolta hacia Gaza.
Y ahora llega a la propia ciudad de la cual había salido en todo su orgullo con las puertas y su cerrojo a cuestas; y los niñitos salen, y las clases bajas del pueblo le rodean y le señalan diciendo: “¡Sansón, el gran héroe, ha caído! ¡Divirtámonos con él!” ¡Qué espectáculo! El ardiente sol cae sobre su cabeza  desnuda que una vez estuvo protegida con aquellas exuberantes guedejas. Miren a la escolta que lo custodia: un simple puñado de hombres; cómo hubieran huido delante de él en sus días más brillantes; pero ahora hasta un niño podría vencerle.
Lo llevan a un lugar donde un asno está moliendo en el molino y Sansón tiene que desempeñar esa misma innoble tarea. Vamos, él tiene que ser la diversión y la burla de todos los que pasan por ahí y de todo necio que entre para ver esa gran maravilla: el destructor de los filisteos reducido a trabajar en el molino. ¡Ah, qué caída tuvo lugar, hermanos míos! Bien podemos detenernos y llorar por el pobre ciego Sansón. Fue terrible que perdiera sus ojos; que perdiera su fuerza fue peor; pero que perdiera el favor de Dios por un tiempo y que se convirtiera en la diversión de los enemigos de Dios, fue lo peor de todo. Por esto podemos llorar en verdad. Ahora, ¿por qué he narrado esta historia? ¿Por qué querría dirigir su atención a Sansón? Por esta razón.
Todo hijo de Dios es un hombre consagrado. Su consagración no está tipificada por ningún símbolo externo; no se nos ordena que dejemos crecer por siempre nuestro cabello, ni que nos abstengamos de carnes o bebidas. El cristiano es un hombre consagrado, pero sus semejantes no ven su consagración excepto en las obras externas que son su resultado.

 

SERMÓN PREDICADO LA MAÑANA DEL DOMINGO 21 DE NOVIEMBRE, 1858,
POR CHARLES HADDON SPURGEON
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