Olvidando lo que queda atrás… prosigo al blanco

 

 

 

Olvidando lo que queda atrás… prosigo al blanco.

Filipenses 3:13-14

 

Uno de los dones gloriosos de Dios para la humanidad es la concesión de entrar a un año nuevo. Hay oportunidades y desafíos por delante. Está la oportunidad de volver a probar, de hacer un nuevo intento por realizar con éxito las ambiciones no satisfechas el año que terminó. La vida está llena de comienzos. Uno se detiene en la puerta y con mano vacilante descorre la cortina y mira hacia lo desconocido. En seguida da su primer paso a través del umbral del año nuevo.
Ya es un año hermoso, porque es otro año de nuestro Señor.Mientras miras hacia los lejanos horizontes, y te preguntas qué traerán los meses venideros, detente un momento para reflexionar en el viejo volumen de trescientos sesenta y cinco días que acabas de terminar. Sus páginas pueden estar manchadas por los errores, rotas por las intenciones, pero has avanzado algunas millas más hacia la meta, hacia la cumbre.

 

 

Por muchos peligros, afanes y acechos hasta aquí me has hecho llegar. 

Mi necesidad tu gracia ha satisfecho, y tu gracia me lleva al hogar.

 

 

 No ha sido logro nuestro. Grande ha sido la fidelidad de nuestro Padre. Sus misericordias han sido nuevas cada mañana.¡Él jamás falló!Es parte de nuestra naturaleza el querer vivir en los ayeres de la vida, en los días que no volverán. Preferimos revivir las luchas, las penas, los desaciertos, los malos hábitos del pasado, y no enfrentar el futuro incierto. El pasado se pega de nosotros con tenacidad, como lapa que quiere impedir que nos acerquemos a la orilla, para arrojarnos a la profundidad.

 

 

 

Pasado, ¡aléjate y lánzate al mar profundo! ¡Que las aguas sin fondo te cubran! Porque yo vivo, tú has muerto; tú te has quedado, yo avanzo a vencer al mundo.

 ¡Desata tus cuerdas! La noche va a llegar.

 ¡El viento sopla, las velas despliega! Pasado ¡desata tu cuerda! ¡Fija el rumbo! ¡Es hora de zarpar!

 

 

Parados en el cruce de dos caminos, hay una elección que debemos hacer, un camino que escoger, y debemos considerar cuál. ¿Cómo pensamos vivir? ¿Repitiendo el pasado?»No veo el sendero, pero no me importa, porque sé que Él ve su camino, y yo lo veo a Él.» ¡Por delante hay un destino deslumbrante!Debemos fijar los ojos en Cristo, al encarar la aurora.Amén.

 

 

 

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Tomado del libro devocional Manantiales en el desierto, segundo tomo

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