La pobreza de Cristo
La pobreza de Cristo fue una de las marcas de Su entera separación del mundo, la prueba de que Él era de otro mundo y otro espíritu. Y así como el pecado entró en el mundo por medio de un fruto bueno para comer y agradable a la vista, así el gran poder de este mundo sobre los hombres está en los cuidados y posesiones y el disfrutar de esta vida. Jesús vino para vencer al mundo y echar de él a su príncipe, para recobrarlo para Dios.
Lo consiguió rechazando toda tentación a que aceptara sus dones y buscara su ayuda. De esta protesta contra el espíritu mundanal, sus placeres y su confianza en lo visible, la pobreza de Cristo fue uno de los elementos principales.
Cristo venció al mundo primero en las tentaciones por medio de las cuales su príncipe intentaba hacerle caer en una trampa y luego, a través de éste, ejercer su poder sobre nosotros. La pobreza de Cristo no fue, pues, un mero accidente o circunstancia externa. Fue un elemento esencial de Su vida perfecta y santa; un gran secreto de Su poder para vencer y salvar; Su camino a la gloria de Dios.
Queremos saber cuál es nuestra parte en la pobreza de Cristo, hasta dónde tenemos que seguirle el ejemplo. Estudiemos, pues, lo que enseñó Cristo a Sus discípulos: “Seguidme». «Venid en pos de Mí y Yo os haré pescadores de hombres”. Los llamó para que participaran con Él en Su vida pobre y sin hogar, en un estado de dependencia en el cuidado de Dios y la bondad de los hombres. Usó expresiones fuertes más de una vez, tales como hay que abandonarlo todo, renunciar a todo, perderlo todo. Y que ellos le entendieron es bien manifiesto, por el hecho que dejaron sus redes y costumbres, y le dijeron a través de Pedro:“Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.