Iglecrecimiento

 

 

 

 

 

 

“Perseveraban en la doctrina de los apóstoles… perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón… y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hch. 2:42, 46, 47).

 

 

        Hace casi dos siglos que el pastor y evangelista Spurgeon dijo una de sus impactantes frases: “Pronto llegará el tiempo en que en la iglesia, en lugar de pastores alimentando ovejas, habrá payasos entreteniendo cabras”Aparentemente pudiera resultar excesiva. Algunos dicen que esta era una de las formas habituales en Spurgeon cuando cargaba contra lo que no eran de su gusto. Sin duda fue un hombre cuestionado en sus días.

 

Su énfasis sobre la predicación bíblica, su compromiso con la Palabra, su alejamiento de reformas no bíblicas para atraer gente a la iglesia, desataron contra él olas de crítica que le costaron el tener que dejar su propia denominación bautista. Pero, el tiempo, le está dando la razón.

 

        Muchas iglesias están cayendo en lo que se ha dado en llamar el iglecrecimiento, que no es otra cosa que las técnicas de mercado aplicadas al crecimiento de la iglesia local. Este método, en ocasiones más extremo que en otras, ofrece al liderazgo de las iglesias, alternativas que permitan hacerlas más atractivas a la sociedad.

 

El culto debe ser modificado en formas que incorporen actividades sociales aceptables al mundo actual. La música vibrante y rítmica se usa para sustentar letras muchas veces poco bíblicas; el reiterativo repetir de frases en el canto para que se instalen en la mente de los congregantes; la danza establecida en base a textos aislados del Antiguo Testamento; el teatro que presenta de forma atractiva el mensaje bíblico, mucho más aceptable de este modo por la gente, que la exposición bíblica del pastor en la iglesia; el entretenimiento de los niños con juegos propios a su edad para hacerles encantador el tiempo en que los mayores están en la reunión, etc. etc. son elementos propios de las técnicas de iglecrecimiento actuales.
Lo importante para sectores del cristianismo de hoy es la dimensión numérica de la iglesia y no tanto su solidez bíblica.

 

        La iglesia actualizada es aquella que tiene un gran programa dominical en el que la alabanza es la parte principal del culto, donde otras formas de expresión amena se suceden en la reunión de creyentes. Esto a costa de reducir el tiempo y la forma de la exposición bíblica.

 

No cabe duda que en algunos, las técnicas de crecimiento, dan el resultado apetecido y los líderes se sienten orgullosos al tener que poner un servicio de orden para canalizar hacia el templo los cientos de personas que asisten al servicio del domingo. Sin embargo, eso no deja de ser una mera apariencia de espiritualidad. El mensaje bíblico de muchas de esas iglesias es simplemente una machacona afirmación humanista del tu puedes.

 

La exposición sistemática de la Palabra no existe. Muchas predicaciones –si se pueden llamar así- apenas citan un solo texto de la Escritura, para que el predicador trate temas sociales, y actuales, bajo una óptica humanista no siempre generosa sino interesada en los recursos materiales que una gran congregación puede proveer. Algunas veces el montaje dominical alcanza extremismos que no sólo no son bíblicos sino que son anti-bíblicos. El púlpito se llena de predicadores que se consideran y se hacen llamar apóstoles.

 

Acompañando a esto hay decenas de testimonios personales de milagros que nunca lo han sido, pero que despiertan la admiración hacia el líder de turno. Algunos fieles entusiasmados se olvidan que los realmente enfermos, paralíticos, ciegos, sordos, etc. no son presentados ante el auditorio, sino que se retienen en algún departamento lejos de las miradas de la gente, para luego decirles que no hay más milagros hoy, o incluso que no han tenido suficiente fe para ser sanados.

 

        La enseñanza de los actualizadores de la iglesia, incide necesariamente en la alabanza. Hace poco tiempo escuchaba a un presentador de un culto decir a la congregación: Debemos alabar hoy como nunca, porque con eso ofrecemos a Dios un trono, ya que Él se asienta sobre un trono de alabanza. Al convertirse la alabanza en actividad, dejando de ser actitud, es natural que sea la parte más representativa, importante y vital del culto. A Cristo se invita en la alabanza a que venga a ocupar  Su lugar.

 

Quiere decir que el culto es de la iglesia y que el Señor es el invitado a esa reunión. Según entiendo a la luz de la Biblia, es todo lo contrario. Nosotros somos invitados por Él a venir a su encuentro para oír su voz y responder con alabanza, fruto de labios que confiesan Su nombre (He. 13:15).

 

        La dinámica de atractivo cultual, lleva también a otros modos, como poca luz para la oración, si es posible en penumbra y con velas, rodeando las oraciones con música suave para generar una atmósfera de espiritualidad que es irreal. El Dios de la Biblia se definió a Sí mismo como luz. En la Palabra las tinieblas no son de Dios, sino del enemigo, pero, las técnicas de espiritualidad actual están desorientando la iglesia en esto y en otras muchas cosas.

 

        ¿Acaso estoy en contra de la actualización del culto? ¿Quiero mantener las formas de antaño, cantar un determinado tipo de música excluyendo cualquier otra? ¿Me resisto a modificar tiempos, horarios, días de reunión, vestido? ¿Soy opuesto a un buen grupo musical en la iglesia? En modo alguno, he abogado y me he involucrado en el cambio necesario.

 

No podemos continuar con sistemas trasnochados que espantan a los jóvenes, que se hacen insoportables para los niños, que cansan a los mayores y hacen dormir a los viejos. Quiero una iglesia renovada, jovial, dinámica, encantadora. Pero, sobre todo quiero una iglesia bíblica.

 

        Ninguna iglesia creció jamás en la dimensión en que lo hizo la iglesia en tiempos de los apóstoles. De cuya referencia se tomaron los versículos del encabezado de este pensando en alto.

 

El crecimiento de la iglesia descansa en bases totalmente opuestas a las propuestas del iglecrecimiento actual, es más son incluso totalmente contrarias y nadie de los involucrados en estos métodos se atrevería a usarlos y proponerlos como elementos para hacer crecer una congregación y consolidarla.

 

        El primer elemento es la perseverancia en la doctrina. Los apóstoles y luego los maestros y pastores, enseñaban doctrina porque predicaban la Biblia. Las congregaciones no venían al lugar de reunión para ser entretenidas, sino para ser enseñadas.

 

Los cristianos no salían llenos de experiencias, sino de Palabra. Los hogares cambiaban, las familias se sustentaban, porque eran tocados no por las emociones tan en boga, sino por el Espíritu que aplicaba la Escritura. La iglesia cristiana no tenía que hacer malabarismos para cautivar la sociedad, sino que la sociedad les alababa y reconocía porque vivían conforme a la Escritura. Cristo era el centro de todo, los líderes eran meros servidores del Señor de la Iglesia.

 

El Espíritu Santo conducía la obra y manifestaba Su poder como quería, cuando quería y en el tiempo que quería, sin la pretendida instrumentalización del que deshonesta e incluso impíamente se hace de Él por algunos líderes. Los creyentes entendían la soberanía de Dios, que se niega en el tiempo actual para sustituirla por el poder del hombre.

 

        El segundo elemento era la reunión eclesial. Los creyentes acudían cada día para ser edificados. La reunión congregacional no es para experiencias sino para edificación. Una lectura desprejuiciada del Nuevo Testamento lo enseña claramente; baste un ejemplo: en la iglesia de los tiempos apostólicos, los pastores y los maestros ejercían sus dones “para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4:12).

 

Es por eso que el apóstol Pablo enseña que “ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Ef. 4:29). Las palabras corrompidas no son sólo aquellas con las que se expresa un hablar burdo, sino todas las que en el culto no proceden del impulso del Espíritu en conformidad con la Palabra.

 

Debo afirmar que el iglecrecimiento hace énfasis en las reuniones eclesiales, pero no en la razón de esa reunión sino en intereses diferentes a las referencias bíblicas.

 

       Los creyentes eran sostenidos en sus pruebas, persecuciones, aflicciones, desprecios e incluso muerte, por la gracia poderosa de Dios y por la Palabra. De otro modo, los cristianos se ajustaban a la Biblia y Dios bendecía a los cristianos. Miremos el verdadero iglecrecimiento, conforme a Hechos: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.

 

¡Pobrecitos, dicen algunos, crecían pero no mucho! ¿No mucho? “Y se añadieron aquel día como tres mil personas”… “pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil”… “y la multitud de los que habían creído, era de un corazón y de un alma” (Hch. 2:41; 4:4, 32).

 

 

          Solo hay una alternativa: seguir la técnica del iglecrecimiento  o la Biblia,  de otro modo, obedecer a los hombres o a Dios.

 

 

Samuel Perez Millos
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