El nuevo cántico
Estimados amigos, es cosa sabida que los cristianos cantan, y con razón, pues, el canto es la expresión de la alegría y satisfacción, y esto es lo que el cristiano tiene más que nadie. Nadie como el cristiano tiene motivo para alegrarse y sentirse profundamente satisfecho y agradecido. Él lo tiene y lo tendrá eternamente, porque ha experimentado la salvación de Dios y posee la vida eterna.
Cuando Dios hizo al hombre, lo hizo a su imagen y conforme a su semejanza, y lo hizo capaz de sentir fuertes y profundas emociones y también lo hizo capaz de cantar. En cuanto a lo físico, lo dotó de cuerdas vocales, capaz de producir millones de variaciones de sonido, y esto significa una sola cosa, significa que Dios tenía la intención que el hombre fuera feliz y lo expresara cantando, de forma similar como Dios canta según Sofonías 3: 17
“Jehová está en medio de ti, poderoso, Él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos”
Pero el cantar no es una mera actividad física, es una expresión del alma, porque es el alma la que se regocija y siente gratitud. David el salmista lo expresa de esta manera:
“Resignadamente esperé a Jehová e inclinose a mí y oyó mi clamor e hízome sacar de un lago de miseria, del lodo cenagoso, y puso mis pies sobre peña y enderezó mis pasos, puso luego en mi boca canción nueva, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán”
Es éste el cuadro perfecto de una conversión genuina. Termina con el convertido cantando una canción nueva, cuyo tema es alabanza al Señor.
Si se trata de una canción nueva, significa que viene a reemplazar las canciones antiguas, y los que verdaderamente se convierten a Cristo, hablan luego que el cambio es tan grande y radical, que necesariamente exige que hable su expresión en canciones nuevas. Les parece ya que las antiguas carecen de todo sentido, pues, de ninguna manera sirven para elevar el espíritu y acercarnos a Dios. La primera vez que se habla del canto en la Biblia, es cuando el pueblo de Israel sale de Egipto, librándose de la opresión de Faraón. Ya libertados y hallándose en la otra ribera del mar Rojo, separados para siempre del gran enemigo y de la vida de esclavitud, tenían mucho motivo para prorrumpir en cánticos de alabanza a Dios, su gran Libertador, pero aquella redención fue típica y alegórica de otra redención inmensurablemente más grande y gloriosa, aquella que efectuó a favor de nosotros pecadores, el Salvador Divino, al entregarse por nosotros en la cruz del calvario. Esta redención es el tema por excelencia de toda la Santa Escritura y el corazón del mensaje evangelístico.
Todo cristiano verdadero es un alma redimida de la esclavitud del pecado y de la opresión de Satanás, pues, Jesús dijo: “Todo aquel que hace pecado es esclavo del pecado”, pero también dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” Esta liberación la conoce el cristiano en experiencia propia, y sabe que no es más esclavo del orgullo, del egoísmo, de la avaricia, de los vicios, y de todas las propensiones carnales. Conoce a Cristo como a su Redentor personal, y por eso tiene un nuevo cántico en su corazón. ¿Lo tienes tú amado amigo? El hecho es que hay centenares de millones de seres en el mundo que figuran como cristianos y no han comenzado todavía a cantar el nuevo cántico, el cántico de redención, y es comprensible, pues, ¿cómo podrían cantarlo si no han experimentado la redención todavía?
Almas tristes son, que están procurando salvarse a sí mismas por medio de rezos y penitencias, por ayunos y abstinencias, por obras buenas y asistencia a sus iglesias. Mil cosas más, pero ninguna seguridad de salvación poseen ni pueden poseer si la buscan por estos medios. Están rogando a Dios que les tenga misericordia y les perdone, y si algo cantan es en tono triste y monótono, porque no es el nuevo cántico que brota espontáneamente y con alegría de labios de almas perdonadas y redimidas. ¿Y qué es lo que les falta? Falta que oigan y crean el mensaje bendito del Evangelio, el mensaje de Salvación que nos trae seguridad y paz, que nos llena de alegría y gratitud, y nos inspira a alabar al Salvador Divino que nos ha mostrado su gracia y bondad. El alma que esté procurando salvarse a sí misma, mediante obras y sacrificios meritorios, y que no entiende que la salvación es obra Divina, efectuada por Cristo en la cruz, y que es conferida por gracia de Dios cuando creemos el mensaje, tal alma no tiene nunca motivo para alabar al Salvador, regocijándose en el conocimiento del perdón y toda bendición espiritual.
El apóstol Pablo, escribiendo a los Colosenses dice esto:
“La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor, con Salmos e Himnos y Cánticos espirituales”
, pues, es cuando la Palabra de Cristo está morando en nosotros en abundancia, cuando las preciosas y sublimes verdades del Evangelio están iluminándonos y creando en nosotros la fe y la alegría, que tenemos la inspiración Divina para cantar un nuevo cántico. Cuando este cántico está en nuestro corazón, aun cuando no esté en nuestros labios, tenemos con esa sola señal la evidencia que poseemos la salvación de Dios.
Trasladémonos ahora al libro del Apocalipsis, o sea de la Revelación. Aquí es donde se descorre el velo del futuro y se nos revela lo que ha de suceder cuando el presente orden de cosas haya pasado para siempre. Cristo vendrá y comenzará a ejecutar la obra de juicio, juzgando toda rebeldía y toda resistencia a la voluntad de Dios. Su Iglesia constituida por la compañía de pecadores salvados por la gracia de Dios, será llevada a Su presencia. Este magno evento se anticipa y describe en la esfera celestial con 4 seres vivientes y 24 ancianos que rodean el trono, donde en el centro está el Cordero de Dios, el que fue inmolado y volvió a vivir, y delante de Él se postran y cantan el nuevo cántico diciendo: “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra” Este es el tema, el único tema del cántico celestial de redención. Millones de millones de ángeles se unen al coro y exclaman: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” y lo que respecta al tema de seres terrestres debería ser el tema de nuestro cántico todavía. Este tema se aviene muy bien al mensaje del Evangelio que ahora se predica. El Evangelio, que atribuye nuestra salvación exclusivamente a la eficacia del sacrificio del Cordero de Dios, y para nada a los supuestos méritos o dignidad de los salvados.
Piensa amado amigo, tú que te has imaginado que podrás ganar el cielo con tus obras meritorias así llamadas, con tus supuestos sacrificios y actos religiosos. Piensa que, si fuera posible para ti llegar a esa morada de luz en estas condiciones, no podrías unirte al cántico de los redimidos, pues, te verías obligado a decir: “Digno soy yo, porque con mis propios méritos y obras he podido alcanzar esta bienaventuranza”, y cuan ingrata sería esa letra en medio de las alabanzas del cielo, donde toda la dignidad, mérito y gloria se le atribuye el Redentor Divino, quien con Su sangre nos compró.
Acuérdate que el mensaje del Evangelio se expresa en estas palabras: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe” Sin duda si tú eres un pecador salvado por gracia, te hallarás dispuesto ahora a cantar el nuevo cántico, y lo cantarás para siempre. El cántico del cristiano no depende de la felicidad de sus circunstancias, puedan éstas ser muy adversas y aún angustiosas, pero el cristiano canta igual, algunos incluso en medio de las llamas de la hoguera. Así el Apóstol Pablo y su compañero Silas, cuando en la ciudad de Filipos fueron injustamente acusados y echados en la cárcel, después de ser azotados con el cruel azote romano, con la espalda lacerada y los pies en el cepo, pudieron cantar alabanzas a Dios, estimando que era un privilegio sufrir por amor de Cristo. Sucedió entonces que los presos los oyeron, y aun cuando tuvo lugar un terremoto, no huyeron pudiendo hacerlo, pues quedaron cautivos del testimonio de estos ciervos de Dios, y el mismo carcelero corriendo adentro y convencido de la realidad de la fe de ellos, exclamaba: “¿Señores, qué es menester que yo haga para ser salvo?” El feliz resultado fue que se convirtió a Cristo con toda su familia.
El cántico cristiano ha sido siempre un eficaz testimonio a la realidad de nuestra fe y una religión que no nos inspira a regocijarnos y a cantar las alabanzas a Dios, no puede identificarse con la fe del Evangelio, pues, el Evangelio nos comunica el conocimiento del perdón, de la salvación y de la vida eterna, mediante la fe en Cristo, ¿y no es esto motivo suficiente para hacer brotar el nuevo cántico de labios que nunca supieron cantar una nota de alabanza?
Andrés Stenhouse